De No hay tiempo para la poesía


No hay tiempo para la poesía. Buenos Aires: Tantalia, 2011.                                                       

No hay


No hay tiempo

para la poesía.
No hay soles sangre
durmiendo en aguas marinas
ni vida (de verdad vivida)
en los trescientos ojos
que se cruzan en el pavimento.
No hay tiempo
para la poesía
de la vergüenza
del dolor
de la abulia
del pene en la mano
o de la vagina reseca.
No hay poesía
para el tiempo.
Nunca hubo la palabra adecuada,
justa.
Flaubert, Camus:
Retrasados mentales de la literatura.
Pero me detengo
un poco.
Y hoy ahí hay.
¿Qué?
No sé.
Algo.
Algo.


Extravío pernicioso



Esta frase viene

de José Revueltas.
Revueltas quiere decir
que con el lenguaje
perdemos el tiempo;
que hablar es
demorar lo inevitable;
que escribir es peor
que hablar;
que las palabras
son como volutas de humo,
o sea,
circulan, se esfuman, no tienen peso
(pero si hay que traducir la metáfora
estamos perdidos);
Pero sin él
no hay comunicación,
me dirá usted.
Respondo:
¿Y?
Además, no es cierto.
Y así,
cuando empezamos
la discusión
sobre el lenguaje
se me acaba
la página.


Porno

Se prepara:
adivina que la marea sube
(pero por qué justo ahora);
que nadie lo ve
(pero se equivoca);
que no importa una vez más
(pero sufrirá las consecuencias);
que es para evitar algo mucho peor
(pero no es para tanto).
Llama a las imágenes:
Tetas estéticas,
vaginas afeitadas,
o
recuerdos algo difusos
de algún gemido apagado,
de maravillas de carne suave y redonda,
como dice Maupassant.
Y cuando acaba,
va corriendo a limpiarse
y desea no tener cuerpo,
no tener cuerpo de ganas,
no tener cuerpo de ganas hirientes.
no tener cuerpo de ganas hirientes violentas
no tener cuerpo de ganas hirientes violentas hambrientas.
Plegaria:
líbralo del porno
y de la poesía.


Fumando espero

Volvimos a casa
lentos y negros.
Laura llevaba la caja
donde estaba mamá.
Apaleados por la congoja,
como perros sin dueño,
nos tiramos en la cama.
Traje el vodka.
Muchos vasos después,
ya sin lágrimas
y sin recuerdos,
sólo nos quedaba
la niebla densa de los instantes.
Laura me preguntó:
¿Le damos?
Creo que asentí.
Ella fue hasta la cocina,
inseparable de mamá.
Volvió
con los cigarrillos de mariguana.
Me pasó el más grueso.
Inhalamos.
Al soltar,
dijo:
Nos estamos fumando a la vieja.
Creo que asentí.
El presente se nos hizo eterno.


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